“El desencanto posmoderno tras la caída de las grandes utopías de la modernidad, ha provocado la pretensión hueca de reencarnar el mundo con el consumismo y la diversión permanente impulsando centrarse de manera narcicista en el propio yo, desentendiéndonos de lo comunitario/público. Cuando acogemos el misterio de la encarnación, entramos en la experiencia más profunda de la realidad y nosotros también nos entregamos ‘encantados’.”
“La mística integra lo temporal y lo eterno, no nos distrae lo extraordinario, el místico descubre la eternidad en el instante. Cada día es una vida y cada día es en sí mismo suficiente. Pues la inmensidad de la experiencia divina es tal que no se puede admitir nada fuera de ella. Nuestra existencia está en-Dios. Experimentamos la realidad, no sólo una parte de ella.”